Cuenta la leyenda que en el año 64 d.C., mientras Roma ardía, el emperador Nerón tocaba la lira en su palacio, indiferente a la tragedia. Aunque los historiadores debaten sobre su veracidad, su valor simbólico trascendió los siglos y presenta a un líder desconectado de su pueblo, encerrado en su ego, contemplando el desastre como un espectáculo urbano.
Dos mil años después Donald Trump, el altanero presidente de los EEUU que vive de los excesos, reproduce una escena similar cuando, después de desencadenar el incendio de la guerra comercial con aranceles que sacudían los mercados globales, se marchó el fin de semana a jugar al golf. Es la imagen que quedará para la historia.
En ambos casos estamos ante dos mandatarios pirómanos, aunque de distinta naturaleza. Roma ardía literalmente y en el caso de Trump, el incendio fue económico y geopolítico provocado por la locura arancelaria que tensó las relaciones internacionales, derribó la estabilidad comercial mundial y está afectando a miles de empresas y economías domésticas.
La respuesta de ambos ante las crisis que generaron es paralela. Mientras el mundo se sacudía, ellos se refugiaron en sus actividades placenteras y no se recataron en mostrar distancia y desprecio. Nerón quedó como el emperador que cantaba mientras ardía Roma. Trump será recordado por sus swings en el campo de golf después de provocar el incendio descontrolado del orden internacional, un despropósito que acaba con décadas de consenso sobre el comercio.
Más allá de la distancia histórica, lo que une a Nerón y Trump es su manera de entender el poder como espectáculo. Nerón gobernaba actuando, cantaba y quería ser admirado como emperador y como artista, pero al menos mostraba buenos modales. Trump llevó la frivolidad a la política. Amenaza, intimida y se burla de todo el mundo con un lenguaje chabacano –“me quieren besar el culo”–, mítines convertidos en shows… se ríe de la separación de poderes y pone la ley y la democracia a su servicio. Su liderazgo se basa en el insulto y la provocación, en el cinismo y la desconexión de la realidad. La tregua de 90 días es un espejismo que no cautivó a los mercados y cualquier día reactiva el incendio desde su red social.
¿Cómo explicar que el país más rico del mundo, el de las mejores universidades y de la mayor nómina de creadores de ciencia y conocimiento, el de tantos premios Nobel diera todo el poder a un individuo que el analista Timothi Gaston Ash calificó en 2016 de demagogo, narcisista, fanfarrón, mentiroso y racista? Es la pregunta del millón. “El populismo llegó a EEUU”, dice el profesor de Harvard, Steve Jarding, tesis que también defendía Joseph Stiglitz.
Además del populismo, también llego la mediocridad a la política y sociedad de aquel país, que es el camino seguro que le lleva a su decadencia y pérdida del liderazgo mundial.