Hoy con la carta a los reyes, que en estas fechas poco más se puede hacer que pedir y hacer propósitos.
Les pido vivienda pública y rápida. Si a los promotores privados les resulta muy rentable, a la administración también debería salirle a cuenta.
Con el mismo razonamiento, pediría más investigación. Si las farmacéuticas se forran con Ozempics o pastillas de colesterol, a lo mejor invirtiendo más en I+D se logran más ingresos públicos que subiendo impuestos.
Aplique usted el mismo cuento a la educación. En este país han aflorado universidades privadas como setas. Deben ser un buen negocio. Saneen las cuentas de las universidades públicas, que sobran agencias de calidad tipo “Anecas” o “Acsugas” y falta dinero, mucho dinero.
Acuérdense de lo de las gafas. Son incomprensiblemente caras. Y entre miopes, hipermétropes, astigmáticos y “presbíteros”, más del 60% de la población las necesita. Y con las pantallitas irá a más.
Ya de paso les pediría a los reyes que le metieran mano al tema de los audífonos. Ahora algo más del 10% de los españoles tienen problemas de audición. Entre el aumento de la esperanza de vida, el atronador sonido de las calles y los auriculares zumbando sin parar en todos esos oídos jóvenes y no tan jóvenes, adivinen por cuánto se multiplicarán las necesidades de audífonos en un futuro no muy lejano.
Hablando de esperanza de vida, las bicicletas como solución al transporte están muy bien. Y algún nonagenario hay que le da al pedal con más dignidad que un adolescente. Pero los problemas de movilidad en mayores de 64 años superan el 40%. Sí, una barbaridad, los datos son de la Encuesta Nacional de Salud de España. Por cierto, los mayores de 64 años son uno de cada cinco ciudadanos. Añade sillitas de niños, que aún nacen, creo. Tal vez la solución está no solo en más transporte público, sino también en más taxis y más baratos, al menos con tarjeta dorada o bebé a bordo.
Porque es verdad que sobran coches y faltan jóvenes, así que vayamos por partes queridas majestades. Puede que si se facilita la inmigración legal, segura y humana, si se acaban con los círculos imposibles de permiso de residencia y contrato laboral, a lo mejor la tasa de natalidad cambiaba. Que también cambiaría con sueldos mejores, viviendas más baratas y menos iPhones y viajes a las islas griegas para alimentar Instagrams mientras se vive en casa de los papás.
Y en cuanto a los coches, sobran. En especial los más grandes, esos de más de 200 o 300 caballos que tienen etiqueta ECO por el truco de la “microhibridación”. Menuda tomadura de pelo. Bueno, como la broma de las etiquetas en los parabrisas. Ahora que con un click saben todo de nosotros, resulta que es necesaria una pegatina para comprobar si tu coche es eléctrico o un diesel de 20 años. Queridos reyes, si lográis que haya menos ampliaciones de avenidas de acceso a las zonas de bajas emisiones sería todo un triunfo del sentido común. Además, en el espacio que ocupa un SUV caben cinco motos que consumen y contaminan menos, aunque les obliguen a las mistas pegatinas.
Se me acaba el espacio de la carta real. Y hay peticiones tan serias como la prevención y el tratamiento de las enfermedades raras. O tan cotidianas como esas obligaciones absurdas de fichar horarios laborales donde todo es mentira. Y me quedan las aseguradoras, las telecos, los bancos… o la justicia asfixiada aunque a veces también arbitraria, como algunas leyes de políticos sin alma. Monstruosos disparates administrativos pero también perfiles psicópatas de sujetos que llegan a un carguito y se creen dios…
Vamos, que nunca he entendido a quien no sabe qué pedir a los Reyes Magos. Aunque sí a los que se han cansado de pedir. Porque saben que los reyes existen, pero los magos no.