El fiscal pide 44 años para el cura acusado de abusos a menores: “No ganan nada con mentir. Le admiraban”

El fiscal pide 44 años para el cura acusado de abusos a menores: “No ganan nada con mentir. Le admiraban”
El acusado, el salesiano Segundo C.V. y los letrados y el tribunal en una sesión del juicio | gonzalo García/pool

La sección cuarta de la Audiencia de Pontevedra dejó ayer visto para sentencia el juicio contra el salesiano cambadés acusado de abusos sexuales a menores en 2019, durante un campamento en Cambados, un peregrinaje, en su despacho como profesor en Vigo y el visionado de un partido en la asociación Abertal. La Fiscalía retiró los cargos en un caso por falta de “pruebas de calidad” y rebajó de 67 a 44 años de prisión su petición de penas por nueve delitos. Por su parte, la defensa de Segundo C.S. pidió la libre absolución. Siempre ha negado haber palpado los genitales de esos niños de 15 años y ayer rehusó ejercer su derecho a decir la última palabra.

El Ministerio Público señaló que el cura tenía “la costumbre de buscar contacto físico” con sus pupilos y que “los tocamientos, por muy fugaces que sean, son abusos sexuales”. En el caso de la acusación retirada, explicó que, aunque “es muy plausible” y “personalmente” le cree, mantenía los ojos cerrados y no hay testigos, así que “no tenemos pruebas de calidad”.

En cuanto al resto se mantuvo firme al asegurar que sus relatos cumplen, entre otros, con los requisitos para ser considerados como prueba de cargo “suficiente” para destruir la presunción de inocencia del acusado, y contra su propia versión. Además recordó que según los peritos psicólogos del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), resultan “creíbles” y que los jóvenes presentan una sintomatología “compatible” con el relato de abusos sexuales realizado. Es más, el fiscal, David Lafuente, descarta que se trate de un “ejercicio de arte dramático” de los niños y en el caso concreto del joven que denunció ataques en tres lugares diferentes, puntualizó que “no encaja con el perfil de alumno mezquino que quiere fastidiar al profesor. Era brillante”. Pero es que además, “vio perfectamente” su cara porque usaba su móvil como linterna, añadió. “¿Qué motivo tendría para inventárselo? Le admiraba, se llevaban bien. No gana nada con mentir, al contrario”, siguió el letrado, para añadir a continuación que si “todo es un montaje” tendría que “haber una explicación de odio o algo y no existe”. Es más, acusa a Segundo C.V. de hacer uso de su “superioridad” porque “confiaban en él, era como un segundo padre,”. Había sido su profesor, era director de la asociación Abertal a la que acudían y coordinador de campamentos.

Esta visión es compartida por el resto de acusaciones: “Al principio pensó que no lo hacía a propósito. Le tenía mucho cariño”, apuntó una de las abogadas. “No hay resentimiento ni motivos espúreos, es más Don Segundo le ayudaba y conseguía que sus padres le dejaran ir al campamento”, agregó la misma.

El Ministerio Público también se basa en los testimonios de testigos directos e indirectos durante la actividad en Cambados, sobre todo del menor que compartía cuarto con tres presuntas víctimas porque “corrobora que pasó algo de cierta entidad”. Este joven testificó que un día se despertó y vio que los “chicos estaban muy mal, lloraban, y juntaron las camas”. Según las acusaciones, para que el cura no les alcanzara con la mano tras los ataques de la primera noche –en siguientes se fue a dormir a otro cuarto, pero según las denuncias, los tocamientos siguieron–.

Las conclusiones del fiscal fueron asumidas por los otros abogados, pero el representante de la acusación retirada defendió que su cliente ofreció el “mismo relato” y con el mismo “modus operandi”, “a pesar de las presiones” y “el miedo y la incertidumbre, dado como trató el tema la organización del campamento”. Para la abogada Aida Blanco, defensora de tres y que pide 54 años, quedó acreditado que fueron “víctimas del apetito sexual insaciable” del acusado y hay testigos que vieron “claramente” como le “tocaba los genitales”.



La máxima podría ser 18 años


Por su parte, la acusación por los hechos ocurridos en Abertal, reprochó a la defensa que, por lo menos, no hubiera sometido las conservaciones de wasap aportadas como prueba a un acta de fe notarial para certificar que la transcripción es fiel. Unos mensajes que, por otro lado, para las acusaciones denotan el comportamiento inadecuado del cura pues hay envíos a altas horas de la madrugada que “sirven para refrendar el tipo de persecución que ejercía sobre los menores controlando su actividad”, según el abogado de la Fundación Amigos de Galicia, que ejerce la acusación popular.

Esta pide 30 años de prisión, “pero en todo caso, al ser desarrollados todos en un mismo acto, están sujetos a la limitación penológica de que no se le puede imponer pena mayor que el triple de la más grave, es decir, que no se le podría imponer más de 18 años”, aseguró Francisco José Lago tras la vista. 


Por su parte, la orden Salesiana, demandada como responsable civil subsidiaria, rechazó las indemnizaciones por secuelas y destacó que está pagando la atención psicológica de dos menores –otro la rechazó– y que tras escuchar a los psicólogos entiende que “no hay incidencia social ni en su vida social ni académica”. También argumentó que los jóvenes siguieron en el mismo colegio y asistiendo a las actividades y que, en caso de condena, “solo procede daño moral”, por el que también se le pide una indemnización. Asimismo defendió que la actitud de la orden este caso fue “espléndida”.


La defensa tacha de “extraño” y “poco creíble” hechos y testimonios de víctimas y testigos

El Ministerio Público puso ayer el foco sobre el cambio de versión del acusado en su declaración ante la jueza instructora tras ser detenido, en julio de 2019. Allí dijo que durmió del tirón, pero en el juicio justificó la entrada en cuarto ajeno en el colegio Salesiano de Cambados, donde tenía lugar el campamento, en que fue a mover a un chico que roncaba. Lo hizo, añadió David Lafuente, para “tratar de arreglar” que un monitor declaró en octubre que lo sorprendió ante la cama de un niño.


Para la defensa del salesiano, natural de Castrelo (Cambados), esto es producto de una declaración “reelaborada, como pasa con los niños” por el paso del tiempo y el caso, en general, es una “sugestión colectiva” entre las víctimas y su círculo cercano. Su abogada destacó que Segundo C.V. tenía una relación de años con los denunciantes y también su historial, con cantidad de convivencias, encuentros en Abertal, campamentos, etc. y “nunca existió ninguna queja ni comportamiento sospechoso” pero, “de repente”, unos alumnos, “curiosamente son un grupo de amigos”, denunciaron abusos. De hecho, calificó de “extraño” y “curioso” situaciones como que las pernoctaciones en albergues y el visionado del partido fueron en medio de mucha gente, así que “no parece congruente con la búsqueda de esa clandestinidad que siempre parece rodear a las personas que cometen estos actos”, explicó. Además le parece “incomprensible” que “no preveyera” que podía ser descubierto y que “nadie advirtiera nada” ni “se alertara a nadie”.


Sobre los casos del campamento, referenció que un denunciante “intentó quedar” con el cura por wasap mientras que a una amiga, testigo, “le decía que estaba mal y no quería verlo”. También puso en duda el testimonio del compañero de cuarto y tachó de “poco creíble” el de la víctima que contó 11 tocamientos, “cuando estaba en shock”, y el del joven asistente al partido de Abertal, pues el otro que compartía sofá con ellos “no se acuerda”. Es más, cree que el niño “pudo malinterpretar” un gesto cuando le “quitó el móvil que tenía en la zona del ombligo”.


Ante las dudas sembradas por las acusaciones sobre el informe psicólogo que presentó y que el propio autor reconoció como falto de algunas cuestiones, defendió que cuenta con “pruebas científicas” de que no presenta un perfil de abusador. El cambadés había rechazado someterse a una evaluación así tras ser arrestado. 

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